Traje (en realidad dos)


El otro día fui a hacerme un traje (en realidad dos) y el dependiente me explicó que no tenían la tela que quería, que iban a cerrar a final de mes y que el sastre estaba en el hospital. Pensé que qué sentido tenía seguir allí, si todo se venía abajo. Finalmente me decidí por uno azul marino (en realidad dos). El tipo que me iba tomando las medidas tenía el gris metido en la quijada, era un tipo lento y adusto. Y allí olía a de todo menos a traje, y es importante oler a traje a veces. Él olía a tabaco y a chicle gastado de menta y a colonia barata. Y miraba con desprecio. Era un de esos tipos que no entiendes cómo alguien ha podido contratar.


Aquella misma tarde había quedado con la chica del vestido granate. Íbamos a tomar una cerveza (o dos), y mientras ella tomaba una Fanta de limón yo no pensaba en que era la chica de mi vida, pensaba si ella estaría pensando en que podíamos quedar más veces y perder los alamares. También pensé que me gustaba su sonrisa y que tenía bonitas piernas, también que había pensado muchas veces en ella y que finalmente la tenía frente a mi.


Al cabo de dos semanas quedé con ella de nuevo. Y resulta que era el mismo día en que tenía que ir a probarme la chaqueta a la tienda que estaba a punto de cerrar. Me habían hecho el forro con una tela diferente a la que yo había pedido, pero los puños eran bonitos, y mi estrecha espalda encajaba perfectamente. Y el menda que ajustaba los hombros y marcaba con tiza, lidiaba con la costura en disminución y observaba la caída de los plomillos mientras comentaba la jugada de Zapatero con los sindicatos… y yo pensaba que allí seguía oliendo a algo raro.

Y que cenaríamos en un restaurante asiático al lado de casa.


Y aquella noche ella estaba radiante, como lo está siempre. Y me abrazó al despedirnos y me dijo… “me gusta como hueles, hueles a traje”. Yo pensé que no había nada mejor, y es que ella tiene una manera de decir las cosas que cierra el círculo de cualquier noche. Y me quedé pensando en esa frase, me quedé pensando en mi olor. Y al llegar a casa olisqueé todo mi armario, las chaquetas, los pantalones y las camisas. Y no olí nada extraño.

Aquella noche soñé con que era la chica de mi vida, y soñé con su vestido granate. También con aviones que se estrellaban y con partidos de tenis a medianoche en islas desiertas. Y con que ella volvía a decirme esa frase una noche cualquiera, en la puerta de su casa... "hueles a traje". Y me desperté sabiendo que aquel Morning Glory era por ella y en que tenía que ir a ver al sastre esa misma mañana.


Y fui antes de comer, pagué y cancelé los trajes.


Yo ya olía a traje, y ni siquiera lo sabía.

Aquella noche volví a verla. Sonreía más que nunca.


Efectivamente, seguimos quedando.


Quizá perderíamos los alamares.



"...So easy to look at, so hard to define.

I can still see them playin' with their pails in the sand,

They run to the water their buckets to fill.

I can still see the shells fallin' out of their hands

As they follow each other back up the hill.

Sara, Sara,

Sweet virgin angel, sweet love of my life..."




1 comentarios:

Jacqueline dijo...

Smell of suit from always, from the times of the buckets with shells...up to the times in the north of the path...

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