Too many mornings


Esta mañana he aparcado de lado. Para eso tengo un coche pequeño –pensé- aunque por un momento desconfié de si es que el día habría amanecido recto y yo ya lo estaba torciendo, pero nadie me miraba y hay veces que por la mañana uno se cree Robert Mitchum mirando de lado.

Así que he enfilado, y he considerado las posibilidades de que un hecho tan pequeño te condicione la vida entera. Y he disfrutado de hacerlo. Es uno de esos momentos raros, lúcidos, suavemente absurdos.


Había desayunado con J. Esto es una de las cosas buenas que tiene mi oficina, que pasa por ser de los sitios más siniestros que he pisado: está cerca de mi casa. Un mindundi me dijo un día que su máxima aspiración laboral era trabajar y vivir en la misma calle, y eso me lo dijo mientras sacaba achicoria de una máquina de café. Yo pensé que sería gracioso que fuera la Yonge St., y miré mi café y sonreí hacia dentro mientras él seguía hablando. Y pensé que sí, pero que no. Pero a veces los mindundis tienen razón, aunque sea por un minuto, y no te queda más que cerrar el pico, bajar la cabeza y abrir. Y yo hoy he desayunado con J, y eso me da alas y me llena la sangre de oxígeno. No se puede empezar mejor el día.


A donde iba, he aparcado de lado y quedaban más de diez minutos para tener que empezar a pelearme con el mundo y con mi ordenador, así que podía intentar recuperar el pulso –los últimos días parece que está disparado y pienso que se me ha olvidado respirar- y, de paso, recuperárselo al tiempo, que lleva unos días detenido.


Me he sentado en la acera, apoyado contra una farola. He cerrado los ojos y, por un momento, he perdido la conciencia. Hacía viento, y el aire era fresco, como si hubiera atravesado miles de hojas verdes y húmedas antes. Y un escalofrío me ha recorrido la espalda y, diantre, me ha gustado. He pensado en este verano, en el archipiélago y en las orillas llenas de sal, en las ventanas abiertas y en los trueques de chaquetas por zapatos de cuero… Y en los oasis en medio de las semanas.


Y después solo me quedaba confundirme con la masa que entra en el edificio, el silencio eléctrico de los ascensores y el zumbido del ventilador de mi ordenador.


He pensado, de pronto: ¿y si lo mando todo a la mierda?


Y si....?



"As I turn my head back to the room
Where my love and I have laid.
An' I gaze back to the street,
The sidewalk and the sign,
And I'm one too many mornings
An' a thousand miles behind."



2 comentarios:

Jacqueline dijo...

Too many mornings...you saved me from drowning.

aitor dijo...

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